Agradecemos la invitación de nuestros colegas de Marcas que Marcan para colaborar en el 6º número de su revista, dedicado al impacto social de los avances tecnológicos. Compartimos el artículo, que también se puede ver en la revista digital.
En los últimos meses, se escucha con frecuencia el uso indistinto o simultáneo de los términos digitalización e inclusión, como si la relación causa-efecto entre ambos fuera tan directa e indiscutible que prácticamente se las puede considerar una misma cosa.
Con más optimismo que rigor, se asume que las reducciones de costos y el mayor alcance de los servicios a distancia bastarán por sí solos para solventar una deuda social con profundas raíces estructurales. No es así. Las nuevas puertas que abren los avances tecnológicos son una condición necesaria, pero no suficiente. ¿Qué necesitamos para que el potencial inclusivo de las nuevas tecnologías se convierta en una realidad? ¿Qué papel pueden jugar novedades tan disruptivas como la tecnología blockchain y su buque insignia, las criptomonedas?
De qué hablamos cuando hablamos de inclusión. Como todo término genérico, la inclusión financiera tiene casi tantas acepciones como usuarios. Para algunos, consiste en aumentar el número de personas «bancarizadas» (peculiar palabra que ameritaría por sí sola una nota completa). Para otros, implica facilitar la obtención de créditos productivos. La posibilidad de ampliar la base de clientes mediante el acceso a plataformas de comercio electrónico también califica como inclusión financiera.
Desde una perspectiva más institucional o académica, se suele definir como la posibilidad de acceder a servicios financieros de calidad, asequibles y adaptados a todas las necesidades. Con este enfoque, no es de extrañar que las nuevas propuestas y productos, desarrollados al calor de la revolución fintech, generen tantas expectativas: están cambiando a gran velocidad las reglas del juego en un sistema financiero/bancario inaccesible para amplios grupos de población, y que hasta ahora tenía pocos incentivos para evolucionar.
Todas las organizaciones con experiencia sobre el terreno sabemos que la inclusión financiera no es un objetivo en sí misma: no se puede disociar de la atención simultánea a otros problemas estructurales, como la educación, la brecha digital o la precariedad sanitaria. Los mejores programas de inclusión financiera pueden naufragar, en ausencia de condiciones que permitan consolidar los esfuerzos realizados.
En Addkeen Group queremos promover un diálogo social que ayude a prevenir los riesgos de una digitalización acelerada, para maximizar el efecto inclusivo de las nuevas tecnologías en los colectivos más vulnerables. Con este propósito organizamos anualmente un Encuentro sobre Tecnologías, Finanzas e Inclusión, cuya primera edición se celebró en la Universidad de Buenos Aires en octubre de 2017. Los videos y resúmenes de los debates están disponibles en el sitio web del evento.
Blockchain, criptomonedas e inclusión financiera. La tecnología blockchain, entre otras, tiene dos grandes virtudes: brinda una certeza digital que refuerza la seguridad y confiabilidad de las transacciones y, al mismo tiempo, reduce o elimina los costos operativos. Como ejemplo de su potencial inclusivo, pensemos que esa disminución de los costos puede trasladarse a las tasas (generalmente muy elevadas) que aplican las instituciones microfinancieras a sus prestatarios, reduciéndolas de forma significativa.
Gonzalo Blousson, CEO de Signatura, destacaba en el evento que las criptomonedas son «programables», por lo que las transacciones permiten a los usuarios crear una identidad digital que sirva, por ejemplo, para acreditar solvencia en el acceso al crédito. El crédito bancario es inaccesible para muchas personas porque los sistemas tradicionales de calificación se limitan a los justificantes de ingresos y al historial crediticio previo, sin tener en cuenta otros factores que pueden influir en la capacidad de pago. La generación de un puntaje crediticio alternativo (scoring) está en la base de proyectos muy prometedores desde el punto de vista de la inclusión, como Findo.
Para mantener una mirada equilibrada de la situación, no se pueden obviar algunas de las «sombras» de las criptomonedas. Se trata de activos muy volátiles en los que no se debe entrar sin el asesoramiento de profesionales cualificados y de la máxima confianza. Por otra parte, el elevado consumo energético necesario para minar las criptomonedas ha disparado las alertas sobre su negativo impacto ambiental, situando la «minería ecológica» como uno de los desafíos más inmediatos para la consolidación de estas tecnologías.
¿Y qué piensa la gente? Uno de los grandes problemas de la inclusión financiera centrada en las nuevas tecnologías es que genera cambios drásticos y repentinos en el entorno, sin que la mayor parte de los ciudadanos estén informados ni preparados para acompañar el proceso. Por eso el título habla de líneas paralelas: los reguladores y el sistema financiero han apostado con fuerza a la digitalización, mientras la sociedad asiste con algo de recelo y bastante desconcierto al bombardeo de novedades tecnológico-financieras y sigue aferrándose con determinación a lo «malo conocido».
En todos los proyectos que desarrollamos desde Addkeen observamos y trabajamos con esas resistencias. Nuestro objetivo, y el de las entidades que confían en nosotros, es preparar a personas y comunidades para progresar (¡y no sólo sobrevivir!) en una era protagonizada por la rápida evolución tecnológica. Por fortuna, cada vez son más organizaciones conscientes de la necesidad de acompañar a sus grupos de interés en este proceso. Dicen que las líneas paralelas sólo se juntan en el infinito. Para lograr una sociedad sostenible y equitativa, no podemos esperar tanto tiempo.
Cristina Carrillo